Rapunzel

Había una vez un reino lejano, tranquilo y pacífico, hasta que un día su reina, embarazada, enfermó gravemente.

PRINCESAS

Rapunzel

Cuento infantil para leer antes de dormir

Había una vez un reino lejano, tranquilo y pacífico, hasta que un día su reina, embarazada, enfermó gravemente. Desesperados, los súbditos buscaron por toda la región hasta encontrar una flor mágica, nacida de una gota de luz del sol. Con ella prepararon un elixir que curó a la reina y otorgó al bebé poderes mágicos de sanación, canalizados por su largo cabello dorado.

Pero una vieja bruja llamada Gothel, que desde hacía tiempo usaba esa flor para mantenerse joven, descubrió que su fuente de juventud ahora vivía dentro de una niña. Llena de envidia y egoísmo, Gothel secuestró a la bebé, la princesa Rapunzel, y la llevó a una torre oculta en medio del bosque, donde la crió como si fuera su hija. Para mantener a Rapunzel bajo control, le mintió diciendo que el mundo exterior estaba lleno de peligros y que nadie la amaría como ella.

A pesar del aislamiento, Rapunzel creció llena de curiosidad y esperanza. Cada año, en el día de su cumpleaños, desde la ventana de la torre veía un espectáculo de luces flotantes que venían del reino —sin saber que eran faroles lanzados por sus verdaderos padres, con la esperanza de que algún día la princesa regresara.

Al cumplir dieciocho años, Rapunzel se armó de valor y le pidió a "mamá Gothel" que la llevara al festival de luces. Gothel se negó rotundamente, insistiendo en que la niña nunca debía salir de la torre. Desanimada, Rapunzel aceptó, pero el destino le tenía preparada una sorpresa: un joven ladrón llamado José irrumpió en la torre para esconderse después de robar una corona del castillo.

Rapunzel logró atraparlo con la ayuda de una sartén y escondió su bolsa con el tesoro. Hizo un trato con él: si la llevaba al festival, le devolvería la corona. Para ganar tiempo y despistar a Gothel, pidió una tinta rara hecha con conchas, que tomaría días conseguir. Así, ambos partieron en una aventura llena de desafíos y descubrimientos.

Durante el camino, Rapunzel y José enfrentaron peligros, persecuciones y encuentros inesperados —como un grupo de malhechores que soñaban con ser artistas. Poco a poco, crearon un lazo de confianza. José, que vivía solo para sí mismo, empezó a ver el mundo con otros ojos, tocado por la pureza y valentía de Rapunzel.

Mientras tanto, Gothel, al darse cuenta de la desaparición de la niña, tramó un plan oscuro. Manipuló a dos bandidos para engañar a José y convencerlo de abandonar a Rapunzel, haciéndola creer que él solo quería la corona robada. Su plan casi funciona, y Rapunzel regresó a la torre con el corazón roto.

Pero dentro de la torre algo cambió. Rapunzel vio una bandera del reino y comenzó a recordar cosas olvidadas. Finalmente comprendió la verdad: ella era la princesa desaparecida. Furiosa y decidida, enfrentó a Gothel, negándose a ser manipulada otra vez.

José, arrepentido y movido por el amor verdadero, volvió para rescatarla, pero Gothel lo hirió. Desesperada, Rapunzel ofreció su libertad a cambio de la oportunidad de curarlo. Gothel aceptó, pero antes de que Rapunzel usara sus poderes, José cortó su cabello, destruyendo la magia y liberándola del control de la bruja.

Sin sus poderes, Gothel envejeció rápidamente y, al tropezar, cayó de la torre, desapareciendo en polvo antes de tocar el suelo. José murió en sus brazos, pero en el momento más triste, una lágrima de Rapunzel —llena de amor verdadero— cayó sobre él y lo devolvió a la vida.

Tras la caída de Gothel, Rapunzel volvió a encontrarse con sus padres y fue recibida con una gran celebración. Todo el reino festejó el regreso de la princesa perdida. Libre y rodeada del amor de su verdadera familia, Rapunzel decidió vivir una vida llena de descubrimientos y propósitos mayores.

Ella y José permanecieron juntos y siguieron explorando el mundo más allá de los muros del castillo. Más que un final feliz, conquistaron una nueva aventura lado a lado, aprendiendo que el verdadero poder no está en la magia, sino en la valentía de ser uno mismo.

Y así, Rapunzel y José se casaron y vivieron felices, libres y enamorados para siempre.

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