Los Tres Cerditos

Érase una vez tres cerditos hermanos que vivían en un bosque lleno de árboles altos, flores de colores y cantos de pajaritos.

CLÁSICOS

Los Tres Cerditos

Cuento infantil para leer antes de dormir

Érase una vez tres cerditos hermanos que vivían en un bosque lleno de árboles altos, flores de colores y cantos de pajaritos. Se querían mucho, pero cada uno era muy diferente del otro.

El primer cerdito era alegre pero un poco perezoso. Decidió construir su casa de paja, porque era rápida y fácil. ¡Así tendría más tiempo para cantar y jugar!

El segundo cerdito era un poco más trabajador. Construyó su casa con madera, usando ramas y troncos que encontró en el camino. Pensó que sería lo suficientemente fuerte y no quería perder demasiado tiempo.

El tercer cerdito era el más cuidadoso. Pensó:

—“Quiero una casa que me proteja de todo, ¡incluso del lobo feroz!”

Y así, con mucha paciencia, construyó una casa de ladrillos y cemento, fuerte y segura.

Lo que ninguno de los tres sabía era que un lobo hambriento andaba rondando el bosque. ¡Y le encantaban los cerditos!

Primero, el lobo llegó a la casa de paja. Tocó la puerta y dijo:

—“¡Cerdito, cerdito, déjame entrar!”

—“¡De ninguna manera!”, respondió el cerdito, temblando de miedo.

—“¡Entonces soplaré, y soplaré, y tu casa derribaré!”

Y así lo hizo. De un gran soplido, la casa de paja salió volando. ¡El cerdito corrió a la casa de madera de su hermano!

Pero el lobo no se rindió. Fue a la casa de madera y gritó:

—“¡Cerditos, cerditos, déjenme entrar!”

—“¡Ni pensarlo!”, respondieron juntos.

—“¡Entonces soplaré, y soplaré, y su casa derribaré!”

Y sopló con fuerza. La casa crujió… ¡y cayó!

Los dos cerditos corrieron lo más rápido que pudieron hasta la casa de ladrillos del tercer hermano.

El lobo llegó, cansado pero decidido:

—“¡Cerditos, cerditos, déjenme entrar!”

—“¡Aquí no, señor lobo!”, gritó el cerdito mayor.

—“¡Entonces soplaré, y soplaré, y…!”

Sopló una, dos, tres veces… ¡y no pasó nada!

La casa de ladrillos ni se movió.

El lobo, furioso, intentó entrar por la chimenea, pero cayó directo en una olla de agua caliente (¡sin hacerse daño!). Salió corriendo, aullando… ¡y nunca más volvió al bosque!

Los tres cerditos, aliviados, se abrazaron y aprendieron una gran lección:

con esfuerzo, paciencia y unión, todo se vuelve más fuerte — incluso contra lobos que soplan.

Y vivieron felices para siempre, en una casa de ladrillos llena de risas, música y momentos felices entre hermanos.

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