El Lobo y los Siete Cabritillos

Había una vez, en un lugar tranquilo en medio del bosque, una mamá cabra que vivía con sus siete cabritillos muy traviesos.

CLÁSICOS

El Lobo y los Siete Cabritillos

Cuento infantil para leer antes de dormir

Había una vez, en un lugar tranquilo en medio del bosque, una mamá cabra que vivía con sus siete cabritillos muy traviesos. Vivían en una casita hecha de madera y hojas secas, con flores de colores en las ventanas y un delicioso aroma a pastel recién horneado en el aire.

Mamá Cabra cuidaba mucho a sus hijos y los amaba con todo su corazón. Un día, tuvo que ir al mercado a hacer compras y dejó una advertencia:

—Mis amores, cuiden la casa y no abran la puerta a nadie, ¡especialmente al lobo del bosque! Él es muy astuto y sabe disfrazar su voz… pero no puede ocultar sus patas negras y peludas.

—¡Sí, mamita! —respondieron todos, atentos y animados.

Apenas se fue, los cabritillos comenzaron a jugar, cantar y correr por la sala. Pero no sabían que el lobo ya estaba cerca, escuchando todo desde detrás de un árbol.

El lobo golpeó la puerta y dijo con voz dulce:

—Abran, mis pequeños. Soy su mamá y les traje dulces del mercado.

Pero los cabritillos no se dejaron engañar:

—¡Tú no eres nuestra mamá! Su voz es más suave y sus patas no hacen tanto ruido.

El lobo, molesto, fue a comprar miel para suavizar la voz y harina para cubrir sus patas negras. Volvió otra vez, llamó a la puerta y habló con voz suave:

—Abran, hijitos. Soy yo, su mamita querida.

Esta vez, casi caen en la trampa. Pero el más chiquito miró por debajo de la puerta y gritó:

—¡Esas patas siguen negras! ¡No es mamá!

El lobo se fue frustrado, pero no se rindió. Cubrió bien sus patas con harina, practicó la voz y volvió por tercera vez. Ahora, parecía de verdad la mamá...

Los cabritillos escucharon, miraron por debajo de la puerta y vieron patas blanquitas. Pensando que era su madre, abrieron la puerta.

¡Ay, ay, ay! ¡Era el lobo!

Los cabritillos corrieron a esconderse. Uno se metió debajo del sofá, otro en el armario, otro en el baúl de juguetes... Pero el lobo era muy rápido. Los encontró a todos —¡menos a uno!

El más pequeño, muy listo, se escondió dentro del reloj de pared. Cuando el lobo se fue, cansado y con la barriga llena, el cabritillo salió y fue corriendo a buscar a su mamá.

Mamá Cabra volvió corriendo del mercado, preocupada. El cabritillo le contó todo. Juntos fueron a buscar al lobo, que dormía bajo un árbol, roncando fuerte con la barriga llena.

Con mucho cuidado, Mamá Cabra le abrió la barriga al lobo dormido. ¡Uno a uno, los cabritillos salieron ilesos, estirándose como si hubieran dormido una siesta!

Después, llenaron la barriga del lobo con piedras pesadas y la cosieron de nuevo. Cuando el lobo despertó, trató de huir… pero tropezó, rodó por un barranco y nunca más volvió.

Desde entonces, los cabritillos jamás volvieron a abrir la puerta a desconocidos, y su mamá siempre regresaba con besos, abrazos y nuevas historias para contar.

Y vivieron seguros y felices para siempre, dentro y fuera de casa, con mucho amor, valentía y sabiduría. 🏡✨

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