Cenicienta
Érase una vez una joven hermosa llamada Cenicienta, que vivía con su madrastra y sus dos hermanastras malas.
PRINCESAS


Cenicienta
Historia infantil para leer a la hora de dormir
Érase una vez una joven hermosa llamada Cenicienta, que vivía con su madrastra y sus dos hermanastras malas. La trataban muy mal y la hacían hacer todo el trabajo de la casa. Aunque siempre trabajaba mucho, tenía un corazón bondadoso y una sonrisa dulce.
Un día, el rey del reino anunció que organizaría un gran baile en el castillo para que el príncipe eligiera a una princesa. Todas las jóvenes del reino estaban invitadas. Las hermanastras de Cenicienta se emocionaron mucho y comenzaron a prepararse para el baile, mientras que Cenicienta, triste, pensaba que no tendría un vestido para usar.
Con mucho esfuerzo y la ayuda de sus amigos, los ratoncitos y los pajaritos del bosque, Cenicienta hizo un vestido con retazos. Pero, en el último momento, sus hermanastras rasgaron el vestido y le dijeron que no podría ir al baile.
Cenicienta se puso muy triste y subió a su cuarto en el desván. Allí, miró por la ventana hacia el castillo y comenzó a llorar. Fue entonces cuando, de repente, apareció su hada madrina. Con un toque mágico, transformó los retazos en un hermoso vestido de fiesta y una calabaza en un carruaje dorado. Sus amigos del bosque se convirtieron en caballos y ayudantes para llevarla al baile.
“Ahora puedes ir, pero recuerda, la magia dura solo hasta la medianoche,” advirtió el hada madrina con una sonrisa.
Cenicienta llegó al baile y todos quedaron maravillados con su belleza. El príncipe, al verla, quedó encantado y la invitó a bailar. Bailaron, conversaron y sintieron como si se conocieran desde siempre. Parecía que estaban destinados a estar juntos.
Pero al escuchar las campanadas de la medianoche, Cenicienta recordó la advertencia del hada madrina y salió corriendo. Al bajar las escaleras del castillo, dejó atrás uno de sus zapatitos de cristal.
El príncipe, decidido a encontrar a la dueña del zapatito, envió al duque a buscar a la joven. Él fue de casa en casa, probando el zapatito en todas las chicas del reino. Pero el zapato no le servía a ninguna.
Cuando el duque llegó a la casa de Cenicienta, la madrastra encerró a la joven en el desván para que no la encontraran. Las hermanastras probaron el zapatito, pero nada funcionó. Entonces el duque vio a Cenicienta en la ventana del desván y le pidió que bajara.
Cenicienta se probó el zapatito de cristal y, como era de esperarse, ¡le quedó perfecto! El príncipe, al verla, supo que había encontrado a su verdadera princesa.
Cenicienta y el príncipe se casaron en una hermosa fiesta. Cenicienta ahora vivía feliz en el castillo y siempre recordaba que con bondad y valentía, sus sueños se hicieron realidad.
Y así, Cenicienta y el príncipe vivieron felices para siempre.
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